Esta investigación fue presentada como ponencia en el “Tercer Simposio Internacional interdisciplinario de Estudios Coloniales”. Universidad San Francisco de Quito y Colonial Americas Studies Organization, CASO. 2007.
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lo mejor que pueden, unos con testigos fidedignos, otros con
otros escriptores que ante ellos han escripto –los testimonios
de los cuales son havidos por ciertos...
Historia General de las Cosas de la Nueva España
Prólogo, Libro II
Fray Bernardino de Sahagún
Resumen
El 8 de noviembre de 1519, en un año ce-ácatl para el calendario azteca, se encuentran en Tenochtitlan el conquistador español Hernán Cortés y el tlahtoani nahuatl Moctezuma. El presente artículo revisará este encuentro desde las distintas versiones que de él se conservan, empezando por las propias relaciones de Cortés, pasando por la visión de Bernal Díaz del Castillo y terminando, finalmente, con las versiones de los informantes de Santa Cruz de Tlatelolco que trabajaron con Fray Bernardino de Sahagún. La investigación se centrará, específicamente, en la figura de Quetzalcóatl como posible reconciliador entre los dos mundos.
Palabras clave: crónicas, teohtlahtolli, Quetzalcóatl, sincretismo.
Abstract
In November 8 of 1519, in a ce-ácatl year to the Aztec calendar, the Spanish conquistador Hernán Cortés and the Nahuatl tlahtoani Moctezuma met each other in Tenochtitlan. The following article will revise this meeting using different historical versions, beginning with the own chronicles of Cortés, passing for the Bernal Díaz del Castillo’s point of view and finishing with the Santa Cruz de Tlatelolco’s voices which worked with Fray Bernardino de Sahagún. This proposes will study the Quetzalcóatl’s figure like a possible bridge between these two worlds.
Words key: chronicles, teohtlahtolli, Quetzalcóatl, syncretism.
Para entender mejor las magnitudes teológicas de la figura del dios mexicano, este artículo recurrirá a los Teohtlahtolli (las antiguas palabras de los dioses) recopilados en el Códice Matritense y los Anales de Cuauhtitlán y presentados por Miguel León Portilla en su libro Cantos y crónicas del México antiguo (2003b). Así mismo, dos textos guiarán el presente trabajo: la detallada investigación de Tzvetan Todorov (1998) sobre el problema del otro en el descubrimiento de América, y el recorrido al que se ha aventurado Jacques Lafaye (1985) por toda la Nueva España rastreando los avatares de Quetzalcóatl y Guadalupe hasta nuestros días. El norte de este recorrido serán las palabras con las que Octavio Paz abre el libro de Lafaye, señalando las paradojas del discurso historiográfico: “La imaginación es la facultad que descubre las relaciones ocultas entre las cosas”(11).
I. LOS TEOHTLAHTOLLI Y LA SERPIENTE EMPLUMADA
El presente acercamiento a uno de los dioses con mayor trascendencia en el pasado prehispánico se centra exclusivamente en los testimonios coloniales, y por tanto, lo sobrepasan todas las otras aproximaciones arqueológicas desde textos precortesianos como estelas, códices o murales . En esta primera parte se hará referencia a Cantos y crónicas del México antiguo (2003b), antología publicada en España por la colección Crónicas de América, en la que se recopilan las traducciones más significativas de algunos códices, testimonios y transcripciones coloniales de la antigua palabra (tlahtolli) y de los cantos tradicionales (cuicatl) de la nación Mexica. Para trabajar la figura de Quetzalcóatl, el texto se detendrá en el capítulo sobre los Teohtlahtolli o palabras divinas que cuentan el origen del mundo, del hombre y su cultura, y a partir de estas re-construcciones coloniales se dilucidarán las conclusiones de Moctezuma y de los aztecas al encuentro con Cortés y los castellanos, en relación al héroe Quetzalcóatl y a la serpiente emplumada. Hoy sabemos que gran parte de estos textos son obra de discípulos de Fray Bernardino de Sahagún y estudiantes de la escuela de Santa Cruz de Tlatelolco o del pueblo de Tepepulco. Dice León-Portilla a propósito del origen de estos documentos:
Conocemos el nombre de varios de estos sabios nativos: Antonio Valeriano de Azcapotzalco, Martín Jacobita y Andrés Leonardo de Tlatelolco, Alonso Begerano y Pedro de San Buenaventura de Cuauhtitlan. A ellos se debió la recopilación de otros varios códices y la transcripción de comentarios o lecturas de los mismos. Muestras muy importantes de estos géneros de realización son probablemente los manuscritos que se conocen como Anales de Cuauhtitlan y Leyendas de los soles. (2003b,22)
También conocemos estos nombres por el propio Sahagún, quien en el prólogo de su segundo libro nos cuenta el proceso de elaboración de su trabajo etnográfico (107). Dice Juan Carlos Temprano en la edición de Historia General de las Cosas de la Nueva España o Códice Florentino, que entre 1558 y 1560 aproximadamente, Sahagún va a establecerse en Tepepulco y allí va a tener comunicación con las autoridades tradicionales: “Durante estos encuentros, los ancianos le entregaron a Sahagún unos códices pictográficos (“pinturas”, nos dice él), que fueron anotados por los discípulos en su lengua. Esta documentación recogida en Tepepulco es lo que hoy se llama Primeros Memoriales, según lo hizo Paso y Troncoso, quien estableció que corresponde a los folios 250r – 303v del Códice Matritense de la Real Academia de la Historia” (14).
Según este corpus transcrito sólo hasta la colonia, sabemos hoy que a la sangre de Quetzalcóatl deben los hombres su existencia. Dicen los Anales de Cuauhtitlan: “Y decían que a los primeros hombres / su dios los hizo, los forjó de ceniza. / Esto lo atribuían a Quetzalcóatl, / cuyo signo es 7-Viento, / él los hizo, él los inventó”(León-Portilla, 2003b, 56). En el Manuscrito de 1558 leemos con más detenimiento las travesías del dios en el Mictlan o inframundo buscando los huesos divinos que darán vida al hombre: “Y luego fue Quetzalcóatl al Mictlan, se acercó a Mictlantecuhtli y a Mictlancicuahtl/ y en seguida les dijo: -“Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas, vengo a tomarlos”. Y le dijo Mictlantecuhtli: -“¿Qué harás con ellos Quetzalcóatl?”. Y una vez más dijo (Quetzalcóatl): -“Los dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra”...”(León-Portilla,2003,70). Ansiosos los dioses porque los hombres los recuerden y los alimenten con su sustento, se sacrifican y hacen penitencia en el origen. Molidos los huesos divinos, Quetzalcóatl sangrará su miembro sobre ellos y entonces habrán de nacer los macehuales (los merecidos por la penitencia). A partir de entonces quedará instaurado el sacrificio en la memoria mexica como un rito en agradecimiento al sacrificio primordial. Pero el mito no se agota allí, será el mismo Quetzalcóatl el encargado de hallar la semilla sagrada del maíz (Tonacáyotl, nuestra carne, nuestro sustento). Dice el Manuscrito de 1558:
...Pero entonces la hormiga va a coger el maíz desgranado, dentro del monte de nuestro sustento Quetzalcóatl se encuentra a la hormiga, le dice: -“¿Dónde fuiste a tomar el maíz? Dímelo”. Mas la hormiga no quiere decírselo. Quetzalcóatl con insistencia le hace preguntas. Al cabo dice la hormiga: -“En verdad, allí”.
Entonces guía a Quetzalcóatl, éste se transforma en seguida en hormiga negra. La hormiga roja lo guía, lo introduce luego al monte de nuestro sustento. Entonces ambos sacan y sacan maíz (...) Luego Quetzalcóatl lo llevó a cuestas a Tamoanchan. Allí abundante comieron los dioses, después en nuestros labios puso maíz Quetzalcóatl para que nos hiciéramos fuertes. (León-Portilla, 2003b, 72)
Quetzalcóatl, el dios de las transformaciones, el que sabe dialogar entre los mundos, no sólo da vida a los hombres, sino proporciona además su sustento. Por eso durante siglos en el Valle de México se adorará la figura de este dios múltiple. Viento, lluvia, fertilidad serán sinónimos de la serpiente emplumada. Con el tiempo, los Toltecas enriquecerán su panteón con el dios dual, y el héroe de Tula adoptará su nombre. Y aunque muchos han sido los malentendidos a partir de esta apropiación, en esta mixtura se aprecia la riqueza cultural del dios.
Distinto al Quetzalcóatl del origen, pero con atributos semejantes, el sacerdote de Tula será el directo predecesor de los mexicas. Sahagún, en el Códice Forentino, nos dejará valiosa información sobre la relación del dios y del sacerdote Quetzalcóatl. En el Libro Primero, En que trata de los dioses que adoravan los naturales de esta tierra que es la Nueva España, dice el texto: “Este Quetzalcóatl, aunque fue hombre, teníanle por dios. Y dezían que barría el camino a los dioses del agua y esto adivinavan porque ante que comiençan las aguas hay grandes vientos y polvos”(59).
Uno y otro serán recordados por los rituales agrícolas en el Valle de México a partir del siglo IX en que se cree vivió el sacerdote tolteca. Sus enseñanzas y sus avatares en Tula serán compilados durante la colonia en los Anales de Cuauhtitlan y el Códice Matritense. En ambas versiones se vislumbra la sabiduría de este “héroe civilizador”, sus atributos, su forma de vida en el ayuno y el recogimiento, así como el engaño de los hechiceros extranjeros que terminan por embriagarlo y vencerlo. Después de la burla -según cuentan los Teohtlahtolli- Quetzalcóatl deberá huir y desaparecer por el mar, con la sospecha al final de que regresará para fundar un nuevo sol. Dice el Códice Matritense del Real Palacio, según la versión al castellano de Angel María Garibay: “Quetzalcóatl reinaba en Tula... Todo era abundancia y dicha, no se vendían por precio los víveres, todo cuanto es nuestro sustento. Es fama que era grandes y gruesas la calabazas y tenían tan ancho su contorno que apenas podían ceñirlo los brazos de un hombre abiertos”(León-Portilla,2003b,74). El comienzo del relato muestra una ciudad próspera gracias a la penitencia y al ayuno del sacerdote Quetzalcóatl. Sin embargo, pronto vemos llegar tres magos con sus prestigios, preocupados por el poderío de este hombre:
Un día vino a él el mago Tecatlipoca y envuelto en telas traía un espejo de doble faz. Por ambos lados tenía la figura de un conejo. Como hubo llegado al palacio dijo a los pajes de Quetzalcóatl: - Id y decidle al señor que ha venido un joven para mostrarle su imagen. Van ellos con el mensaje al rey y el rey les respondió:-¿Cuál es mi imagen? ¡Que diga! Vienen con la respuesta al mago y le dicen: -Dice que muestres su imagen. Pero el mago les responde: -No vine a mostrarla a todos, vine a mostrarla al rey (...)
Llegó el mago a su presencia y después de saludarle diciendo: -Señor, rey y sacerdote, vengo a mostrarle a Quetzalcóatl 1-caña [ce-ácatl]: tu cuerpo, tu propia carne, respondió el rey: -¿De dónde vienes? Cansado estás y rendido. ¿Cuál es mi imagen? Muéstrala, déjame que yo la vea. Dijo el mago: -Vengo de la montaña de los extranjeros, soy yo tu siervo y esclavo. Esta que ves es tu imagen, cual ella del espejo sale, así has de salir tú en tu propia figura corporal. Vio Quetzalcóatl el conejo que en el espejo estaba y lleno de ira arrojó de sí el espejo. Dio gritos llenos de enojo: -¿Es posible que me vean, que me miren mis vasallos, que me vean sin alterarse, sin que se alejen de mí? Feo es mi cuerpo; ya estoy viejo, ya tengo arrugas surcado el rostro, todo el cuerpo acancerado y mi figura es espantosa. (León-Portilla, 2003b, 75)
A partir de este engaño, Quetzalcóatl perderá su calma y comenzará una profunda reflexión sobre la existencia y sobre la muerte. Luego, los mismos magos invitarán al sacerdote a beber para que pierda el juicio y así la ciudad se debilite. Cuando por fin consiguen que beba, Quetzalcóatl olvidará su centro y ebrio dejará a un lado los preceptos y las prohibiciones. Entonces cantará triste: “Mis casas de ricas plumas, mis casas de caracoles, dicen que yo he de dejar”(León-Portilla,2003b,76). Finalmente, vencido y apenado con su pueblo, huirá hacia el oriente en busca de la tierra roja. Dice el Códice Matritense del Real Palacio:
Y así Huémac Quetzalcóatl lleno estaba de zozobra y se sentía apesadumbrado, y luego pensó en irse, en dejar la ciudad abandonada, su ciudad de Tula. Y así se dispuso a hacerlo. Dicen que entonces quemó todas sus casas de oro y plata y de conchas rojas y todos los primores del arte tolteca (...) Al llegar a la playa, hizo un armazón de serpientes y una vez formada, se sentó sobre ella y se sirvió de ella como de un barco. Se fue alejando, se deslizó en las aguas y nadie sabe cómo llegó al lugar del Color Rojo. A Tilan, Tlapalan, el país de la sabiduría. (León-Portilla,2003b,79)
Este mismo destino tiene el sacerdote en la versión que recoge Sahagún para su libro tercero, Del principio que tuvieron los dioses (281-294). De igual manera, en los Anales de Cuauhtitlan, Quetzalcóatl también huirá en busca de sabiduría, pero no hacia el mar del oriente sino hacia el mar celeste de los astros. Es relevante que en la versión del Códice Matritense, Tezcatlipoca nombre a Quetzalcóatl con el apellido 1-caña (ce-ácatl), según la costumbre mesoamericana de asignar el nombre de acuerdo al día del nacimiento, ya que en la versión de Cuauhtitlán se hará énfasis nuevamente en este aspecto, pues ésta también será la fecha en que Quetzalcóatl abandonará esta tierra. Ce- ácatl es un momento aciago, un instante de presagios en el ciclo infinito del tiempo, una fecha de cambios para la tradición tolteca y mexica:
En el mismo año 1-caña, se dice, se refiere que cuando llegó al agua divina Quetzalcóatl, a la orilla de las aguas celestes, entonces se irguió, lloró, tomó sus atavíos, se puso sus insignias de plumas, su máscara de turquesas, Y cuando se hubo ataviado, entonces se prendió fuego a sí mismo, se quemó, se entregó al fuego... Y se dice que, cuando ya está ardiendo, muy alto se elevan sus cenizas. Entonces, aparecen, se miran, toda clase de aves que se elevan también al cielo, aparecen el ave roja, la de color turquesa, tzinitzcan, el ayocuan y los loros, toda clase de aves preciosas. Y cuando terminó ya de quemarse Quetzalcóatl, hacia lo alto vieron salir su corazón y, como se sabía, entró en lo más alto del cielo. Así lo dicen los ancianos: se convirtió en estrella, en la estrella que brilla en el alba. (León-Portilla,2003b,90)
Según el Códice Florentino en su libro IV, De la astrología judiciaria o arte adivinatoria indiana, ce-ácatl es una fecha crucial en el calendario nahuatl. Dice Sahagún: “Cuando començaba a reinar este signo, los señores y principales hazían ofrendas en la casa de Quetzalcóatl, a lo cual estos días componían con ricos ornamentos; y delante de él ponían flores y cañas de humo y encienso, y comida y bevida (...) Y dezían que los que en él nacían, ahora fuessen nobles, ahora fuessen populares, siempre vivían desventurados”(326).
Por todo lo anterior, hoy sabemos que hacia 1519 la nación Mexica conservaba la memoria tanto del dios como del sacerdote Quetzalcóatl y, por tanto, las relaciones que hizo Moctezuma entre Hernán Cortes, el rey Carlos V y Quetzalcóatl son coherentes con todo este imaginario de las antiguas palabras (Teohtlahtolli). Moctezuma, además, era el Tlahtoani de los aztecas, que en lengua nahuatl podríamos traducir “aquel que posee la palabra” (Todorov,87), lo que nos lleva a relacionar la autoridad mexica con las antiguas historias.
2. EL ENCUENTRO EN UN AÑO CE-ÁCATL
¿Hasta cuándo, en qué islote sin presagios,
hallaremos la paz para las aguas,
tan sangrientas, tan sucias, tan remotas,
tan subterráneamente ya extinguidas,
de nuestro pobre lago, cenagoso
ojo de los volcanes, dios del valle
que nadie vio de frente y cuyo nombre
los antiguos callaron?
"El reposo del fuego"
José Emilio Pacheco
Todorov, en La conquista de América. El problema del otro (1998), recrea concienzudamente las posibles reacciones y pareceres tanto de Moctezuma como de Cortés a propósito de su relación con los signos, las profecías y el poder. Piensa, además, la victoria de los escasos y diezmados soldados de Cortés, así como el manejo (es decir, la manipulación) de la comunicación como una estrategia de dominación; estratagema que, al parecer, Cortés aprovecha conscientemente. Finalmente, Todorov hace énfasis en las paradojas que nos propone el pasado, a partir de las coincidencias (calendario azteca, presagios de la antigua palabra mesoaméricana, la coyuntura del renacimiento europeo, etc.) que se dan cita en la fecha del encuentro: 1519, ce-ácatl. El descubrimiento de América fragmenta definitivamente la historia de occidente.
“Recordemos”, entonces, este episodio a partir de algunas preguntas que nos plantea Todorov: los aztecas, usurpadores de la tradición tolteca, al confundir a Cortés con Quetzalcóatl, ¿habrán sentido “culpa” al ver regresar a los descendientes de Tula buscando recuperar sus territorios? (62). Parece que las circunstancias favorecieron a Cortés: “...¿por qué no resisten más los indios? ¿Acaso no se dan cuenta de las ambiciones colonizadoras de los popolocas? La respuesta cambia el enfoque del problema: los indios de las regiones que atravesó Cortés al principio no se sienten especialmente impresionados por sus objetivos de Conquista porque esos indios ya han sido conquistados y colonizados –por los aztecas”(64). Como los españoles quemando códices e ídolos, así habían actuado los aztecas con los libros antiguos de los toltecas, a fin de re-escribir el pasado a su manera (67).
Las Cartas de la Conquista de México que escribe Hernán Cortés nos develan a un estratega excepcional entre los conquistadores de Tierra Firme, un líder indiscutible de la conquista, un ingenioso improvisador en las vicisitudes del encuentro con sociedades guerreras como los aztecas, tlaxcaltecas y todos los demás pueblos de México. En su Segunda Relación son claras las ambigüedades y los temores y las razones que proyecta “el Moctezuma” narrado por Cortés, así como la incomprensión de códigos tanto de Cortés como de Moctezuma desde los primeros mensajeros que recibe Cortés hasta el encuentro mismo entre los dos dirigentes. La “paráfrasis” de Cortés sobre el discurso de Moctezuma es reveladora porque traduce a la lengua del imperio unas palabras que, en el fondo, aun conservan el entramado cultural de las antiguas palabras: los tlahtolli.
Como la relación de Bernal Díaz, la segunda carta de Cortés sólo tiene en cuenta los preámbulos de la conquista para los castellanos e ignora las señales que sí narra el Códice Florentino y que precedieron la llegada de Cortés/Quetzalcóatl. La narración de Cortés es “institucional” y profundamente pragmática. Él narra desde la utilidad, las ganancias y las estrategias de guerra. A través del discurso justifica ante el rey su invasión y, apenas se asienta en Tenochtitlan, su único interés son las minas y yacimientos de oro. Cuenta que sale el 16 de julio de 1519 de España y que ha contado su travesía en la Primera Relación. Desde Veracruz, en Tierra Firme, partirá con quince caballos y trescientos peones a poblar y conquistar ese horizonte que desconoce. Desde el comienzo los encuentros con los nativos develan un descontento general (que Cortés enfatiza con sus comentarios) por el dominio de Moctezuma: “...y que me rogaban que los defendiese de aquel gran señor, que los tenía por fuerza y tiranía y que les tomaba sus hijos para los matar y sacrificar a su ídolos, y me dijeron otras muchas quejas de él”(40). Por supuesto, lo que va dibujando Cortés es un ambiente propicio para la conquista.
A lo largo de la carta, Cortés acentúa su voz imperial y nombra como “mezquitas” lo que Bernal Díaz llama Cúes, es decir, los templos sagrados; pero, además, reconoce su superioridad a partir de los juegos con la información y su habilidad para las máscaras. A medida que se va acercando a Tenochtitlan, va previendo emboscadas y ganando la guerra con astucia. Dice Cortés en un momento de su carta: “E como yo iba tan sobre aviso, hallábanme delante de sus pensamientos”. A pesar de la resistencia de su ejército por continuar, la obstinación de Cortés se escuda en el nombre de Dios: “...Y que mirasen que teníamos a Dios de nuestra parte y que a él ninguna cosa es imposible, y que lo viesen por las victorias que habíamos habido, donde tanta gente de los enemigos eran muertos, y de los nuestros ninguno”(47).
Al final, Cortés revive el encuentro con Moctezuma, en el cual queda en evidencia la incomprensión: “...yo me apeé y le fui a abrazar solo; e aquellos dos señores que con él iban me detuvieron con las manos para que no le tocase...”(57). De pronto, el narrador desaparece y Moctezuma toma la voz de la carta. Es en estas palabras que subyacen los Teohtlahtolli sobre Quetzalcóatl, y, al mismo tiempo, las intenciones de Cortés por hacer énfasis en su discurso: si los aztecas son extranjeros en esta tierra, no tienen derecho a exigirla como propia. Las antiguas migraciones aztecas en el siglo XIV permiten a Cortés acomodar sus intenciones en la historia mexicana. Dice Moctezuma en la pluma de Cortés:
Muchos días ha que por nuestras escrituras tenemos de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales della, sino extranjeros y venidos a ella de partes muy extrañas; e tenemos así mismo que a estas partes trajo nuestra generación un señor, cuyos vasallos todos era, el cual se volvió a su naturaleza y después tornó a venir donde mucho tiempo; y tanto que ya habían quedado los que habían quedado con las mujeres naturales de la tierra, y tenían mucha generación y fechos pueblos donde vivían; e queriéndolos llevar consigo, no quisieron ir, ni menos recibirle por señor; y así se volvió. E siempre hemos tenido que los que del descendiesen habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros, como a sus vasallos. (57)
Ahora bien, en 1514 Bernal Díaz del Castillo viene por primera vez a las Indias y en 1517 y 1518 – como él lo escribe en su extensa crónica – descubre costas de México con Francisco Hernández y Hernán Cortés. Acomodado en Guatemala, termina de escribir en 1568 la que será su reivindicación en la Conquista del “Nuevo Mundo”. Su Historia Verdadera es un claro alegato en contra de las versiones egocéntricas de los conquistadores, con un claro afán por acrecentar su prestigio, a propósito del debate sobre la perpetuidad de la encomienda que por esos mismos años se estaba llevando a cabo en Valladolid. Su visión es la del soldado que también hizo parte y que está pugnando por defender su protagonismo.
Interesa, sobretodo, de esta detallada re-construcción, desde el capítulo LXXII cuando llegan los primeros embajadores enviados por Moctezuma para recibir a Cortés con presentes y señales, hasta el capítulo CVIII en que Moctezuma le pide a Cortés que se vaya de México con todos sus soldados porque los caciques se van a levantar en contra de los extranjeros invasores. Resulta fundamental el capítulo LXXXIX que cuenta Cómo el gran Moctezuma vino a nuestros aposentos, con muchos caciques que le acompañaban, e la práctica que tuvo con nuestro capitán, pues en él Moctezuma reconoce a Cortés como el regreso de Quetzalcóatl.
La relación de Bernal Díaz se propone desde el comienzo ser detallada en el itinerario. Bernal Díaz se detiene con calma en los pormenores de los recorridos, malentendidos y pláticas. También aquí desde el inicio entre Veracruz y México-Tenochtitlan, Bernal Díaz cuenta las alianzas de Cortés y los tlaxcaltecas. Una circunstancia llama la atención: el carácter mesiánico de Cortés, semejante al del sacerdote Quetzalcóatl, quien cuestionó el sacrificio como práctica innecesaria. Bernal Díaz nos muestra cómo Cortés asume todos los imaginarios nativos que sirven a su empresa. Cerca a Tenochtitlan, en su encuentro con algunos caciques, leemos:
Tanbien dixeron aquellos mismos caciques que sabían de su anteçesores que les avía dicho un su ídolo, en quien ellos tenían mucha devoçión, que vernían honbres de las partes de donde sale el sol y de lexas tierras a les sojuzgar y señorear, que, si somos nosotros, que holgaran dello (...) Y desque acabaron su razonamiento, todos quedamos espantados y dezíamos si por ventura dezían verdad. Y luego nuestro capitán Cortés les replicó y dixo que ciertamente veníamos de hazia donde sale el sol, y que por esta causa nos enbió el rey, nuestro señor, a tenelles por hermanos, porque tiene noticias dellos...(150)
Todo el tiempo, Bernal Díaz nos muestra un Cortés calculador que duda de sus interlocutores y sospecha siempre la traición. Duda sobre ir a México, duda de sus alianzas con los tlaxcaltecas, duda de los mensajeros de Moctezuma. Es difícil para él interpretar las contradicciones en los mensajes del Tlahtoani mexica; su triunfo está en descifrar. Las ofrendas son valiosísimas y, sin embargo, el mensaje de Moctezuma es que no vaya a Tenochtitlan. Al final, cuando van entrando por la calzada central de la gran ciudad, el imaginario medieval de Bernal Díaz sale a flote, como si la única forma de describir tal asombro fuera con su imaginación: “...nos quedamos admirados, y dezíamos que parecía a las cosas de encantamento que cuentan en el libro de Amadis, por las grandes torres y cúes y edificios que tenían dentro en el agua”(175).
Cuatrocientos cincuenta –según Bernal Díaz- serán el número de castellanos que llegará al corazón de la sociedad militar más fuerte de mesoamérica en el siglo XVI. Aquí se narra otra vez el malentendido del abrazo que quiere dar Cortés a Moctezuma y, enseguida, Bernal Díaz se extiende en la descripción De la manera e persona del gran Montezuma y de cuán gran señor era, donde nos cuenta del cacao, las tortillas, las flores, los sacrificios, los amoxtli, el tabaco, las plumas, etc. Finalmente, debido a la insistencia de Cortés y el padre de la merced por colocar la cruz en el cu de Huichilobos (Huitzilopoctli), los mexica comenzarán la guerra.
En 1577 –según nos cuenta en el prólogo al Libro IX-, Sahagún consigue “sacar en limpio” los doce libros en cuatro volúmenes de su Historia General de las cosas de la Nueva España, conocido hoy como el Códice Florentino. Aquí encontramos lo que León-Portilla designó en 1959 como la visión de los vencidos. El capítulo VI del Libro VIII nos muestra un aspecto que ignoran Cortés y Bernal Díaz, De las señales y pronósticos que aparecieron antes que los españoles viniesen a esta tierra, ni viniese noticia de ellos. Aquí los informantes de Sahagún nos describen los presagios, la mayoría relacionados con el regreso de Quetzalcóatl: un rayo sin propósito, un cometa hacia el oriente a pleno día, la laguna de México levantándose sin razón, los hombres con dos cabezas, etc.
Pero será en realidad el libro XII (uno de los primeros trascritos en lengua nahuatl por testigos de la invasión), el que va a dedicarse a la Conquista. Este libro vuelve a insistir en las señales y augurios que preceden el encuentro, cuenta cómo los nativos que ven a los castellanos en sus barcos piensan que es Quetzalcóatl con sus descendientes, transcribe lo que piensa Moctezuma al oír los relatos sobre los visitantes. De ahí sabemos que lo primero que hace Moctezuma es enviar algunos mensajeros con los atributos y atavíos de Quetzalcóatl, con las ofrendas para el sacerdote tolteca: “Primeramente una máscara de mosaico de turquesas; tenía esta máscara labrada de las misma piedras una culebra doblada y retorcida, cuya dublez era el pico de la nariz, y lo retorcido iva hasta la frente...”(1072). Además, debemos recordar que para los nativos de América los arcabuces de los castellanos siempre estuvieron relacionados con el rayo y con el trueno, deidades en este caso asociadas a la fuerza del dios Quetzalcóatl.
En el texto de Sahagún es relevante el temor que se percibe en Moctezuma, el presentimiento de algo terrible, tal vez el remordimiento por un pasado de invasiones que propone Todorov. En el Capítulo VI es evidente el gran tormento del Tlahtoani: “¡Oh, señor! ¿A dónde iré? ¿Cómo escaparé?”(1076). El encuentro, como lo describen los informantes de Sahagún, descubre un príncipe azteca rendido ante el señor Quetzalcóatl: “...“¡Oh, señor nuestro! Seáis muy bien venido. Havéis llegado a nuestra tierra, a vuestro pueblo y a vuestra casa, México. Havéis venido a sentaros a nuestro trono y vuestra silla, cual yo en vuestro nombre he poseído algunos días...”...”(1087). Al final, después del viaje de improviso que debe hacer Cortés a la costa por la venida de Panphilo de Narváez, el capitán Pedro de Alvarado (Tonatiuh) autoriza la masacre del templo mayor durante la fiesta de Huitzilopochtli. Desde luego, este trágico episodio en la historia de México, romperá cualquier lazo posible entre indígenas y conquistadores.
Jacques Lafaye, en Quetzalcóatl y Guadalupe, afirma que: “Quetzalcóatl era el único capaz de colmar el foso histórico que separa el nuevo mundo del antiguo. Gracias a la profecía de Quetzalcóatl, indios y españoles pensaron que pertenecían a una misma historicidad”(228). La investigación de Lafaye es reveladora, porque desde las evocaciones con las que abre su libro, reconocemos su intención por entender al otro para, a un mismo tiempo, reconocerme a sí mismo. Nieto de “criollo” argelino, el autor emprende esta travesía por la república hermana de México, emparentada con su patria por la vicisitudes de la historia colonial. En Quetzalcóatl y Guadalupe, el investigador francés recorre tres siglos de la Nueva España, rastreando los múltiples rostros del sincretismo entre dos culturas que en el momento en que se encuentran, cada una, en sí misma, es una mixtura.
Aunque todo el texto es fascinante, interesa, sobretodo, el apartado en el que Lafaye analiza las influencias de los primitivos franciscanos (los famosos “doce”) y sus versiones sobre Quetzalcóatl, así como el apartado en el que describe la génesis del mito criollo a partir de las profecías indígenas, precursoras de la conquista. Este trabajo esclarece el panorama teológico en el que vive mesoamérica a la llegada de Cortés. A partir de esta investigación, ce-ácatl resulta una fecha decisiva en el diálogo entre amerindios y castellanos, porque –como nos recuerda el autor- en el libro IV de Sahagún, nos enteramos que ce-ácatl era el día de ofrendas y sacrificios por los “nobles” mexicanos. Lafaye concluye: “Encontramos en esto la confirmación de que Quetzalcóatl llegó a ser en la víspera de la conquista española el dios de la clase dirigente y la “garantía” tolteca de la dinastía azteca”(217). El respeto, por tanto, que pudo significar para Moctezuma la idea de que Cortés o el Rey Carlos V eran herederos del dios/sacerdote Quetzalcóatl es ineludible y, al mismo tiempo, un alivio paradójico. Todorov, por esto, plantea que los aztecas superan la derrota con la pre-destinación de su calendario y de los astros: “Los aztecas perciben la conquista –es decir, la derrota- y al mismo tiempo la superan mentalmente, inscribiéndola en una historia concebida según sus exigencias”(82).
3. 1519 / CE-ÁCATL: UN ARMAZÓN DE SERPIENTES...
Cortés no tiene pueblo, es rayo frío,
corazón muerto en la armadura.
Canto General
Pablo Neruda
Desde el comienzo, la intención del presente artículo no ha sido sólo revisar el entramado histórico y literario a propósito de un suceso reciente en el horizonte infinito de la historia, sino, sobretodo, tejer un posible puente entre ese hecho y el presente, tratando de entender mejor los procesos comunicativos que se llevaron, se llevan y se seguirán llevando en todos los encuentros. Un acontecimiento decisivo como la conquista de México puede servirnos de modelo para muchas otras conquistas, “porque –como dice Todorov- las conquistas no pertenecen sólo al pasado”(264), sino que también son fenómenos recientes de dominación y fascinación entre culturas.
En la base de este planteamiento se alza una honda discusión sobre los matices del discurso historiográfico y los avatares del mismo a partir de sus distintas re-construcciones (Cruz, 2005); discusión, por supuesto, que sobrepasa esta investigación. No obstante, como afirma Lafaye, “…la historia, hoy, no está condenada a la alternativa de desvanecerse en la abstracción (historia “estructuralista”) o caer en la crónica (historia de “acontecimientos”)”(37), pues, afortunadamente, las diferencias trascienden esta problemática y, paradójicamente, son en sí mismas la fuente inagotable de este estudio.
Al respecto, el trabajo de Cruz y Brauer, La comprensión del pasado, que surge a partir del primer Congreso Internacional de Filosofía de la Historia, realizado en Buenos Aires del 25 al 27 de octubre de 2000, resulta pertinente para el tema en cuestión. Llama la atención de esta compilación, sobretodo, el ensayo de Brauer, "Rememoración y verdad en la narración", y el ensayo de Hyden White, "Construcción histórica", ya que en ambos trabajos se reflexiona sobre el oficio del historiador y sobre algunas herramientas metodológicas posibles. Ciencia, narrativa, veracidad, verosimilitud, recuerdo, re-construcción, interdisciplinariedad, se ponen en tensión en estas páginas. El resultado es un análisis desde la filosofía del lenguaje, pues (al parecer…) el problema subyace a los signos (palabras) y a sus limitaciones con la “verdad”. Circunstancia palpable, desde luego, en las distintas crónicas en torno al encuentro de Cortés y Moctezuma.
El tesoro y los atavíos de Quetzalcóatl para el tlahtoani mexica, sus mensajeros y los informantes de Sahagún son para Bernal Díaz del Castillo 1000 pesos; los glifos en los templos sagrados de los mexica son para Bernal Díaz dragones y seres infernales; Cortés es para Moctezuma el sacerdote de Tula desde su imaginario enriquecido por las antiguas historias. Cada crónica es una forma distinta de “recordar” hoy (Cruz, 16) la conquista que, a su vez, fue recordada entonces por los cronistas... En este laberinto, cada “persona histórica” parece nunca haber sido más que un “personaje literario”. Cortés, por ejemplo, es una sombra con muchos rostros del cual sólo nos quedan sus huellas en los documentos. Su voz es la voz de la Malinche y la de Gerónimo de Aguilar; es más, Bernal Díaz opta por llamarlo Malinchi cada vez que habla, desapareciendo así su nombre “real”: “Antes que más pase adelante quiero dezir cómo en todos los pueblos por donde pasamos e en otros donde tenían noticia de nosotros llamavan a Cortés Malinchi, y ansí le nombraré de aquí en adelante Malinchi en todas las pláticas que tuviéremos con cualquier indio”(143). De igual manera, en el texto de los informantes de Sahagún, Cortés no es Cortés sino Quetzalcóatl, el dios que regresa en sus balsas de oriente… Si a todo esto le sumamos el hecho de que Cortés mismo disimula intenciones y juega a manipular la información, entonces el conquistador de la Nueva España parece no tener rostro, sólo máscaras. Dice en su segunda carta a propósito de los tlaxcaltecas y mexicas: “...y con los unos y con los otros maneaba, y cada uno en secreto le agradecía el aviso que me daba y le daba crédito de más amistad que al otro”(49).
Las preguntas e incertidumbres que rondan este episodio son infranqueables: ¿cómo aprehender la realidad? O, si se quiere, ¿qué es la realidad si, al final, cada uno de sus protagonistas siempre “percibe” una realidad distinta? Si el encuentro entre Cortés y Moctezuma fue un “malentendido cultural” (esto está en discusión…), resultado de las múltiples creencias de cada una de las sociedades que participaron en él, entonces, la visión de los cronistas castellanos, amerindios y mestizos de la colonia es un posible parlamento para la obra que cada uno quiso ver, necesito ver o, simplemente, vio. De lo que sigue que el suceso que significó ese encuentro, una y otra vez recordado por la historia, resulta inaprensible, escurridizo, múltiple, como el armazón de serpientes en el que se fugó Quetzalcóatl. Un mismo hecho histórico se disfraza y se desnuda hasta convertirse en otros hechos históricos; la mirada del lector, del historiógrafo, del antologista, del compilador, del traductor, de quien escribe estas páginas, son sólo escolios.
Bibliografía
Díaz del Castillo, Bernal. Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España. Madrid: Instituto Gonzalo Fernández Oviedo.1982. (Impreso)
Cortés, Hernán. Cartas de la Conquista de México. Madrid: Sarpe. 1985. (Impreso)
Cruz, Manuel. BRAUER, Daniel. La comprensión del pasado. Barcelona: Herder. 2005.
Foucault, Michel. El sujeto y el poder. Bogotá: Carpe Diem. 1991. (Impreso)
Lafaye, Jacques. Quetzalcóatl y Guadalupe. México: Fondo de Cultura Económica. 1985. (Impreso)
León-Portilla, Miguel. La visión de los vencidos. México: Universidad Nacional de México. 1989. (Impreso)
………………………. Literaturas Indígenas de México. México: Fondo de Cultura Económica. 2003 a. (Impreso)
……………………….. Cantos y Crónicas del México Antiguo. Madrid: Promo Libro. 2003 b. (Impreso)
Piña Chan, Román. Quetzalcóatl Serpiente Emplumada. México: Fondo de Cultura Económica. 2000. (Impreso)
Sahagún, Fray Bernardino. Historia general de la Cosas de la Nueva España. Madrid: Promo Libro. 2003. 2 Tomos. (Impreso)
Temprano, Juan Carlos. “Introducción” en Sahagún, Fray Bernardino. Historia general de la Cosas de la Nueva España. Madrid: Promo Libro. 2003. 2 Tomos. (Impreso)
Todorov, Tzvetan. La conquista de América. El problema del otro. México: Siglo XXI. 1998. (Impreso)
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