lunes, 29 de abril de 2013

DETRÁS DE LAS GOLONDRINAS, territorio en expansión: los libros peregrinos de Humberto Ak'abal


Resumen
Detrás de las golondrinas es una compilación del año 2002 publicada en México. Allí, Humberto Ak’abal (Momostenango-Guatemala, 1952) reúne tres libros/homenajes anteriores (Gaviota y sueño, 2000, sobre su encuentro con Venecia; Ovillo de seda, 2001, testimonio de su encuentro con Japón; y Corazón de Toro, 2002, un acercamiento poético a España) así como poemas inéditos de sus diversas jornadas por Austria, París, Suiza, Alemania y Estados Unidos entre los años 1994 y 2001. A partir de esta compilación, el presente artículo tiene dos objetivos principales: primero, demostrar cómo, acorde con una noción particular del “territorio” y las “confluencias”, la obra de Humberto Ak’abal desborda las etiquetas críticas de “lo maya”, “lo étnico”, “lo guatemalteco” y “la oralitura”; y, segundo, reubicar este libro más allá del espacio-tiempo de la propia comunidad maya, haciendo énfasis en la heterogeneidad, la migración y las subjetividades nativas. Nociones sobre el cosmopolitismo, la globalización y el territorio habrán de discutirse a lo largo del texto.
Palabras claves: Humberto Ak’abal, Detrás de las golondrinas, territorio, migración, cosmopolitismo.


Abstract
Detrás de las golondrinas is a compilation published in 2002 in Mexico, in which Humberto Ak’abal (Momostenango-Guatemala, 1952) presents three books already published (Gaviota y sueño, 2000, is about his visit to Venice, Ovillo de seda, 2001, is a testimony about his encounter with Japan, and Corazón de Toro, 2002, is a poetic approach to Spain) and several small unedited books about his journeys through Austria, Paris, Switzerland, Germany and United States between 1994 and 2001. Based on this compilation, this article has two principal objectives: first, to demonstrate how a particular meaning of “territory” and “confluences”, according to the proposal of Ak’abal, overpasses the labels of “Mayan”, “ethnic”, “Guatemalan” and “Orature”. And, second, to situate this book beyond Mayan society’s space and time, explaining concepts as a heterogeneity, migration, native subjectivity, cosmopolitanism and globalization.
Key words: Humberto Ak’abal, Detrás de las golondrinas, Territory, Migration, Cosmopolitanism, Globalization.

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El presente artículo está fragmentado: ocho apartados son entradas al imaginario poético de cada uno de los librillos compilados en Detrás de las golondrinas; los otros tres son encrucijadas crítico-teóricas en las que, eventualmente, podría encontrarse el lector de estos versos. Detrás de las golondrinas son libros peregrinos, porque se distancian de la comunidad (Maya k’iche’-Momostenango-Guatemala) y encuentran ecos insospechados de las tradiciones k’iche’ en culturas aparentemente disímiles; son versos que describen geografías específicas y cuyo énfasis recae en el viaje, en el desplazamiento mismo, en la posibilidad de ampliar el “territorio” con cada nuevo encuentro cultural; son impresiones, además, de un viaje no habitual en el que el lector, en el otro extremo de los “ojos imperiales”, visita Europa y Japón desde una voz considerada como “subalterna”; son textos, finalmente, que ofrecen una bitácora personal con la que Ak’abal cuestiona (sin hacerlo explícito) las narrativas y poéticas que han dado cuenta de los encuentros con la América indígena, desde las crónicas de indias, pasando por los textos etnográficos y antropológicos del siglo XIX y XX, hasta el indigenismo literario y crítico que llega hasta nuestros días.

En contraposición a otros trabajos de Ak’abal abiertamente políticos (ver Grito, 2002) los cuales han denunciado las contradicciones que envuelven a la nación guatemalteca, rica en tradiciones y lenguas, pero fragmentada por los proyectos neoliberales, clasistas y racistas que la han destruido desde su interior, en Detrás de las golondrinas la reflexión cultural no regresa sobre el eje de la colonialidad. Por el contrario, desde la presencia por ausencia de este horizonte, el libro se concentra en visibilizar la voz de un maya contemporáneo en la diáspora, a través del cual el lector va reconociendo poco a poco a un sujeto cosmopolita, global y transatlántico, que más allá de su ubicación (Europa, Japón, América) desafía los prejuicios y estereotipos sobre lo regional y lo étnico.

REVISTA DE HUMANIDADES Nº26 (JULIO-DICIEMBRE 2012): 119-142

ENCUENTROS EN LA ENCRUCIJADA MAPURBE: David Aniñir y la poesía indígena contemporánea


 "Mujer mapuche".  
Mediadora entre los ancestros y la naturaleza.
Autor y escultor: Ildefonso Quilempan A.
Junio de 2012. Nueva Imperial. Gulumapu.

Resumen
En el año 2005, David Aniñir publica Mapurbe en Santiago de Chile, un poemario que ha generado polémicas y reflexiones sobre la identidad, la lengua y la globalización del pueblo mapuche-huilliche entre los críticos de la poesía chilena y los propios poetas indígenas. Debido a la novedad del poemario, pocos estudios han abordado Mapurbe desde un enfoque que trascienda el siglo XXI en Chile. De ahí la necesidad del presente trabajo al analizar el collage lingüístico en Mapurbe en el contexto de la poesía indígena contemporánea; y al situar en retrospectiva la propuesta estética de Aniñir a partir de dos categorías de las ciencias sociales: colonialismo y colonialidad. 

Abstract
In 2005 in Santiago de Chile, David Aniñir published Mapurbe, a book of poems that has generated polemics between critics of Chilean poetry and indigenous poets about the identity, language, and globalization of the Mapuche-Huilliche people. The majority of studies about Mapurbe have approached the book in the context of Chile in the twenty-first century. The present article goes beyond this focus by analyzing the linguistic collage in Mapurbe in the context of contemporary indigenous poetry and reading Aniñir’s aesthetic proposal through two categories of social sciences: colonialism and coloniality. 

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El presente artículo, más allá de perseguir colectividades o representaciones de comunidades nativas, persigue subjetividades indígenas en intersecciones comunes. Desde grandes campos temáticos como la ironía, el desarraigo y la identidad, este texto se centra en la manera cómo el poeta mapuche intenta nombrar en castellano-mapudungun su situación subalterna. El título del libro a trabajar, Mapurbe, es un neologismo que superpone las dos lenguas y con el que Aniñir quiere señalar la heterogeneidad de los mapuche urbanos. La imagen de la encrucijada es inevitable: un cruce de caminos en el que diversos discursos, lenguas, pasados, se encuentran y se sobrepasan.
La propuesta está dividida en tres partes que, a pesar de sus tonos disímiles, se complementan. “Encrucijada mapurbe” hace énfasis en los intercambios lingüísticos y culturales que constituyen la poética de Aniñir; entre el verbo ajeno y la poesía de confl uencias relaciona esta poética con autores indígenas contemporáneos en encrucijadas lingüísticas semejantes o paralelas; fi nalmente, oralidad, escritura y alfabetismo demuestra cómo esta encrucijada contemporánea tiene raíz en antiguas circunstancias coloniales, las cuales —según los propios poetas indígenas— aún no han sido resueltas y continúan, por tanto, defi niendo la colonialidad
en América Latina.

SEGUIR LEYENDO => Latin American Research Review
Volume 48, Number 1, Spring 2013
pp. 91-111 | 10.1353/lar.2013.0013

martes, 26 de marzo de 2013

POESÍA DE CONFLUENCIAS: una entrevista a Ak'abal

Los puntos cardinales
son cinco.
Es usted, aquí,
el quinto punto cardinal.
—Ak’abal


A veces es mejor no conocer a los autores; se supone que la página basta para entablar un diálogo. “Conocer”, de cualquier forma, es un verbo ingenuo para referirse al acto de intercambiar palabras con alguien. Es probable, en realidad, que el lector nunca conozca al autor por más que lo lea, lo relea, lo salude o lo escuche recitar. Menos con un escritor como Humberto Ak’abal (Momostenango-Guatemala, 1952) quien conversa con el mismo tono quedo y la misma sonrisa inquebrantable sobre el haiku, el Popol Wuuj, la poesía gestual, el frío de los Alpes en invierno, la onomatopoesía o una noche memorable que leyó en Roma con Mario Benedetti, Jorge Eduardo Eielson y Gonzalo Rojas. Siempre que hacemos una entrevista quisiéramos que fuera algo más que un cuestionario en el que el entrevistador confiesa sus obsesiones y el autor salvaguarda su intimidad. Afortunadamente, creo que esta vez con Ak’abal no tuvo rastros de ese simulacro.


Entre el ocho y el trece de mayo de 2011, en el marco del I Encuentro Internacional de Escritores Indígenas (a donde fueron invitados los escritores Jorge Cocom, Jaime Luis Huenún, Leonel Lienlaf, Hugo Jamioy, Miguel Ángel López, Fredy Chicangana, Estercilia Simanca y Vicenta Siosi, entre otros) y el 19 Festival Internacional de Poesía de Bogotá, tuve la fortuna de compartir varios momentos con Humberto Ak’abal y dialogar sobre su poesía y el  panorama de la literatura indígena contemporánea. El domingo ocho de mayo, en el Pabellón de las Lenguas de la XXIV Feria del libro de Bogotá, comenzó nuestra charla, justo cuando el escritor y crítico literario colombiano Miguel Rocha, organizador académico del encuentro, me invitó a unirme al conversatorio. 

Juan Guillermo: Humberto…, por qué no nos explicas un poco tu propuesta de una poesía de confluencias…

Humberto Ak’abal: … con los libros que yo encontré en la basura me fui formando en la literatura universal. Esto fue la base para… para tener otra visión de mundo. Comencé a viajar a través de los libros y eso me enriqueció mucho. No olvido la primera experiencia de cuando estuve en Francia porque sentía que yo había estado ya en París. Después de haber leído a Víctor Hugo, sentí esa extraña impresión, como si hubiera vivido una vida anterior en esa ciudad. El caso es que los libros tienen justamente la magia de transportarlo a uno a países lejanos, de llevarlo y conocer. Así fui enriqueciendo mi bilingüismo, y de aquí es donde yo decía eso que tú recordabas ahora mismo, que tengo influencias a través de la literatura universal, pero también la confluencia de los dos idiomas, el maya k’iche’ y el castellano, por eso he llegado a esta conclusión: soy un poeta de confluencias, bicultural, bilingüe.  Con esto quiero decir que he aprendido a pensar independientemente en cada una de las dos lenguas: cuando hablo maya-k’iche’,  pienso en maya-k’iche’; cuando hablo en castellano, pienso en castellano. Sin embargo, a la hora de ponerme a escribir, mis sentimientos siempre parten de mi lengua materna aunque escriba en castellano. Y a la hora de traducir, descubro que una lengua enriquece a la otra.

***

Ak’abal había llegado el día anterior de Valledupar y ahora tenía un sin número de actividades con el Festival de Poesía de Bogotá, así que no hubo tiempo de prolongar la charla.  El lunes nueve, sin embargo, nos encontramos en el Centro García Márquez en otro recital y nos fuimos a caminar por La Candelaria. Como siempre pasa en esas circunstancias, hubiera dado lo que fuera por grabar sus historias, como aquella en la que un profesor norteamericano había escrito un artículo diciendo que Ak’abal había muerto… Mientras nos tomábamos una cerveza y esperábamos la comida, me recomendó estudios arqueológicos sobre los mayas, nombres de poetas españoles contemporáneos que estaba leyendo, títulos de tesis sobre su obra en Barcelona, Escocia e Italia, y hasta quedó tiempo para una dosis de k’iche’:
- Juan, ¿cómo dice el gallo en castellano?”,
- ¿Kiikirikiii…?
- En k’iche’, el gallo dice ¡saqir ri q’ij…!, que quiere decir: está clareando el día…
Y sí…, en la oquedad de esa casa colonial, poco a poco Ak’abal me fue aclarando algo que no había concebido después de años de leer su poesía: la fuerza de la palabra del autor de “Cantos de pájaros” obedece al cambio, no al estatismo. Del encuentro con su comunidad, de las largas temporadas en Europa, de las lecturas de libros y relámpagos a la vez, Humberto Ak’abal me fue mostrando esa noche que salir de Momostenango (primero a Ciudad de Guatemala y luego al mundo) había revuelto su ser definitivamente. Claro, todo esto sugerido por el silencio del día anterior en la Feria del libro: “Así que yo llego a esa deducción –había dicho Ak’abal- que soy un poeta de confluencias, para resumirlo de alguna manera. Es lo que creo, pero francamente si no hubiera sido por esa relación…, no sé… Yo soy bicultural ahora, bilingüe y… bueno…, pon tú lo que falta ahí…”.

“¿Quién soy?”, me dice Ak’abal… “Esa es una de las preguntas, Juan, que recorre uno de los próximos libros: El pájaro encadenado”. Pienso, entonces, que el territorio de Ak’abal hace mucho tiempo dejó de ser la región de Totonicapán en Guatemala, y que al mismo tiempo su comunidad, su lengua materna, las enseñanzas de su abuelo sacerdote maya, siguen intactas en la región de los árboles.  Al final de la noche, ante mi empeño en hacerle una entrevista, me dice que nos veamos el miércoles en la mañana.

Y así fue…, lo recogí en la 19 con séptima y nos fuimos a tomar un café. Pitos, risas y cantos de vajillas fueron la banda sonora de estas declaraciones que siguen, las cuales invitan, abiertamente, a un momento de reflexión entre los poetas indígenas contemporáneos, sus lectores, sus editores, sus premios  y sus críticos.

HA: Buenos días, Juan Guillermo. Es un gusto saludarte y conocerte. Soy Humberto Ak’abal, vengo de Guatemala, pertenezco a la etnia maya-k’iche’, esta es una etnia que forma parte de la milenaria cultura Maya; como tú ya sabes, me ejercito en la poesía a partir de la lengua de mis ancestros, el maya k’iche’.

JG: Gracias, Humberto. Por qué no nos platicas un poco cómo es la región y la comunidad de donde vienes…

HA: Estamos más o menos a 2300 metros sobre el nivel del mar. Es una región poblada de árboles. Mi pueblo fue asentado en un barranco, por eso no encuentras una sola calle plana; a dondequiera que te dirijas: subes o bajas.  El clima es templado.  Aunque hay un matiz de religiones judeo-cristianas, las creencias de nuestros ancestros aún permanecen con mucha fuerza, “El Cholq’ij” es un ceremonial basado en un calendario, cuyo ciclo dura 260 días, es decir 9 meses lunares, y como dato curioso la festividad de inicio de cada nuevo ciclo, no comienza con el día “1”, como indica la lógica occidental, sino con el día “8”, y esta fiesta ritual-ceremonial en lengua maya-k’iche’ se llama “Wajxaq’ib Batz” (Ocho Hilo).

…Así mismo, seguimos usando el calendario agrícola, o calendario solar de 365 días, que se llama “Ab”; éste tampoco comienza con el “1” de Enero del calendario gregoriano, sino que coincide con el 22 de Marzo.  El maíz es el grano principal con el que nos alimentamos… Aún quedan tejedores de cobijas elaboradas con lana de oveja (en mis años juveniles, ese fue mi trabajo), y agricultores de pequeños terrenos para consumo familiar.  Y no deja de impresionarme la variedad de pájaros con que contamos. Lo que me entristece mucho es la contaminación en la que estamos cayendo con respecto a los nacimientos de agua, porque es una tierra muy rica en agua, pero se está descuidando bastante y las autoridades con respecto al cuidado del medio ambiente son un fracaso, unos analfabetas in fieri. Así que tiene su lado hermoso y cosas tristes también, descuidadas por las mismas autoridades, y lastimosamente las escuelas no ayudan, los maestros no contribuyen a concientizar a sus educandos a este respecto.

JG: Humberto, como escritor, ¿cómo ha sido tu experiencia con la lengua nativa de tu comunidad y cuál con el castellano?

HA: Pues…, mira, inicialmente fue lo que escuché recién llegado a este mundo, en mi familia; porque del lado de mi padre, mis abuelos eran compositores, músicos, marimbistas, cantores, y del lado de mi madre, mis abuelas eran contadoras de cuentos de la tradición oral. Así que…, la mezcla de la música y la palabra fueron los que sentaron las bases de esa inquietud que después comencé a desarrollar. Todo esto a partir de mi lengua materna, porque el castellano lo fui perfeccionando a través de la lectura con el tiempo.

… Así que mis primeras influencias fueron las que escuché de mis abuelos; la escuela que recibí de ellos y que para mí es la más rica y la más profunda, es el cimiento de mi conciencia, de mi sentido de pertenencia a la cultura maya-k’iche’, lejos de las academias, lejos de las fórmulas, lejos de las reglas y de ciertas camisas de fuerza que después va imponiendo la misma sociedad. Así que crecí bajo la bandera de la libertad, esa riqueza es lo más valioso que he atesorado, y es lo que después se viene volcando en mi trabajo a lo largo de mi tiempo.

…Y para responder concretamente tu pregunta; en mi comunidad pasa de todo, están los que aprecian mi poesía, la leen, les gusta escucharla; hablo en maya-k’iche’ con mi gente y obviamente en castellano con quienes no hablan mi lengua maya. Y, para mantener el equilibrio, no deja de haber algunas personas a quienes no les soy grato, los hay entre la gente k’iche’, y entre los no indígenas; así que no te imagines que soy un paradigma, solo soy uno más en la población.  Lo de poeta es un pequeño añadido.

JG: ¿Cuál es tu posición sobre la traducción en poesía?

HA: De primera instancia tropiezo con los mismos problemas que te dan otros idiomas, trasladar de una lengua a otra no es tan fácil como parece.  Tiene sus ventajas y sus desventajas, sus dificultades; aunque me considero bilingüe, con cierto dominio de los dos lenguajes, no siempre ha sido fácil. Cuando hablo de mis traducciones, o como hemos dado en llamarlo autotraducciones (lo he dicho siempre), no he conseguido totalmente una traducción… fiel.  Tengo que ser honesto y reconocer que yo soy dos poetas en uno. En mi propia lengua, mi poesía tiene un carácter, un sentido, tiene otra forma de estructura, que sólo se puede percibir a través del sonido, el ritmo y sus silencios, la lengua maya-k’iche’ es gutural, tiene sonidos ascendentes y descendentes. Así que lo que traduzco al castellano es… el sentido, aunque muchas veces jugando con las palabras castellanas para darle un carácter, para que se pueda entender y comprender en este idioma. Por eso es que me atrevo a decir que soy dos poetas en uno, porque tengo que hacer la alfarería de mis poemas en esta segunda lengua.

JG: Humberto…, juguemos a las definiciones… Qué es para ti (yo te voy a decir algunas palabras y… tú me vas a decir lo que te sugieren…) tierra…

HA: La madre.

JG: Territorio…

HA: El espacio que me rodea, el espacio inmediato.  Nosotros tenemos un concepto bastante interesante en este sentido, porque el territorio es donde te estás moviendo, no donde estás viviendo, entonces aquí (Bogotá…) también es mi territorio…

JG: Sangre…

HA: El hilo que nos mantiene conectados con nuestros ancestros, el día que se pierda, lo habremos perdido todo. La sangre es el conjunto de los contenidos, de los conocimientos ancestrales heredados, la savia de la vida…

JG: La muerte…

HA: La transición de la vida hacia otro estado. Una continuación distinta…

JG: Ciudad…

HA: Bueno…, esto es bastante nuevo porque en todo caso el concepto nuestro es de comunidad. La comunidad es mucho más íntima; la ciudad es ajena. La ciudad es un concepto de amplitud, de ahogo…, es increíble pero se ahoga uno más en un espacio grande que en un espacio pequeño.

JG: Humberto…, ¿cómo ves el futuro de la poesía indígena contemporánea? ¿Qué nuevas o antiguas preocupaciones habrán de alimentarla?

HA: No quisiera ser pesimista, pero es un poco preocupante, porque… primero tendríamos que empezar a preguntarnos: ¿de veras existe lo que llamamos poesía indígena? Es algo que a veces me quita el sueño… No quisiera llevarles la contraria a los dos o tres que tratan de ejercitarse también en este género; sin embargo, me preocupa mucho cuando escucho a los amigos que hacen el esfuerzo de utilizar su lengua para decir algunas cosas… Siento que se está cayendo un poco en el romanticismo, más bien pareciera que intentaran… mantenerse anclados en un pasado que no conocimos, que sólo sabemos a través de libros.  Siento que esa manera ilusoria de escribir pensando en un lejano ayer, en vez de hacernos bien, nos hace daño. No quiero decir que no conozcamos nuestra historia, esto es importante; para saber quienes somos.  Lo que no me parece correcto es, cuando escucho a los muchachos decir: “los abuelos dicen…, los abuelos dicen…, los abuelos dicen…”, siempre están aferrándose a los abuelos; pero me pregunto, será verdad que sus abuelos dicen eso que están diciendo, no se requiere ser un gran conocedor para darse cuenta que muchas veces sólo son frases vacías, y esto demuestra inseguridad; ese abuso de remitírselo todo a los abuelos destruye lo que en verdad han dicho ellos con sabiduría. 

…Los jóvenes escritores indígenas sin proponérselo y quizá inconscientemente nos están diciendo que no saben nada porque sólo repiten.  La sabiduría de nuestros abuelos es importante tenerla presente, pero también es hora de que nosotros pongamos a trabajar nuestros cerebros. Esa inseguridad que solo nos convierte en altoparlantes, en lo único que va a contribuir es que terminemos matando las voces de nuestros mayores, porque, según yo, la poesía no es repetición sino creación y por eso es que, hasta donde puedo ver,  nuestra poesía no adelanta…, porque se mantiene en un círculo vicioso, y eso hace que se escuche demasiado aparatoso. No se requiere saber la lengua materna de x ó y para darse cuenta que lo que está diciendo en castellano no es lo que está diciendo en su lengua. Ahí hay mucha falsedad. Y si eso continúa  así, yo no le veo futuro.  Hay algunas excepciones, quizá por eso se note más.

JG: ¿Qué piensas, entonces, sobre el término oralitura?

HA:  Es una bella palabra,  no hay que despreciarla… En todo caso, es una mejor manera de llamarla contemporáneamente que llamarla antropológicamente “tradición oral”.  Yo uso más la expresión “tradición oral”, no porque me agrade…, sino como referente inmediato y porque es la manera o la manía de dar a entender lo que quiero decir o a lo que quiero referirme.  Porque si eso que se ha dado en llamar oralitura (que se oye muy bien…) se sigue ejercitando, creo que debe evolucionar, la recreación es la que mantiene viva esa riqueza poética y cuentística de la oralidad, pero si va a estar estática, entonces es repetición, y como tú sabes toda repetición termina empalagando. De ahí que creo que es un poco delicado su uso, porque si se va a usar como calificativo de algo que está en movimiento, me parece importante, pero si sólo es para referirse a la repetición, va a terminar ahogándose… 
***
Terminamos el café y seguimos charlando unos pocos minutos, porque tenía otros compromisos en la mañana. Su sonrisa nunca dio el brazo a torcer y las preguntas seguramente se quedaron cortas. “Debió hablar Juan Guillermo y no el lector de Ak’abal…”, pienso. Consuela que no hubo simulacro, porque en tensión con lo que hemos leído en revistas, artículos y tesis, Ak’abal está mirando por estos días de reojo la oralitura y, en cambio, se está acercando a las nuevas generaciones de escritores indígenas (pienso en los mapuche-hulliche Jaime Huenún y David Añiñir) mientras escarba en su propia subjetividad, pensando siempre en la memoria y la tradición, sí…, pero ahora desde el movimiento, desde el giro que oxigena: empresa paradójica y, por eso mismo, poética. 


PUBLICADO EN:
Revista de Literaturas Populares.  Universidad Nacional Autónoma de México. 

jueves, 31 de mayo de 2012

MEMORIA E INVENCIÓN en la poesía de Humberto Ak’abal. Ecuador: Abya-Yala, 2012.

CONTENIDO
 - La voz de los mayas no han cesado: introducción
 1.- La vida de las montañas está en la voz de sus pájaros…: panorama de la poesía indígena contemporánea
2.- Con ocote ardiendo….: memoria kiche
3.- Pachumtzij: la trenza palabra…Juego e invención
4.- Es solo poesía….:conclusión
5.- Ahora creo que soy tres voces….: epílogo
7.- Notas
 8.- Bibliografía


 Humberto Ak’abal (1952 - ) Autodidacta, poeta doble (maya k’iche’/ castellano), voz múltiple traducida al japonés, hebreo, árabe, inglés, francés, italiano, escocés, con reconocimientos por todo el mundo como el Premio Internacional de Poesía Blaise Cendrars (Suiza,1997), el Premio Continental Canto de América (UNESCO,1998), el Premio Internacional Pier Paolo Pasolini (Italia,2004), y el Chevalier de L'ordre des Arts et des Lettres (Francia,2005) además de la Beca Guggenheim (2006), Humberto Ak’abal ha construido desde sus primeros libros a comienzos de los años noventa (El animalero, 1990; El guardián de la caída del agua, 1993) hasta sus últimos trabajos (Las palabras crecen, 2009; o la reciente antología en Colombia La palabra rota, 2011), una de las obras poéticas latinoamericanas más celebradas en el mundo entero, no sólo por su singular mezcla entre las tradiciones k’iche’ heredadas de sus abuelos y la experimentación vanguardista propia de la tradición occidental; sino por la fuerza que tienen sus versos para generar diálogos multiculturales, más allá de los juicios académicos y las etiquetas que rotulan la “poesía”, lo “indígena”, “Guatemala” o “París”. Cuestionado y festejado a la vez por lectores y críticos en universidades, revistas y festivales, Ak’abal es hoy el paradigma de varias generaciones de escritores (no sólo indígenas) latinoamericanos. 

Aquí un fragmento de 
Memoria e invención en la poesía de Humberto Ak’abal...

 2. CON OCOTE ARDIENDO... MEMORIA K’ICHE’ 

En aquellas noches 
de fuego de ocote y leña, 
ella contaba cuentos… 
"Fuego de ocote"
Humberto Ak’abal 

En la antología Ri Upalaj ri Kaq’ik’. El rostro del viento publicada en el 2006 por Monte Ávila, Ak’abal presenta un pequeño texto en prosa como introducción, “Un fuego que se quema a sí mismo”, en el cual reflexiona sobre su experiencia como escritor. Allí leemos: “Ritos, mitos, costumbres y tradiciones entrelazo en mis versos, con el miedo de que estas manifestaciones en el futuro ya no estarán más, que desaparecerán total o parcialmente”(XXII). Con la responsabilidad de preservar la tradición, Ak’abal emplea la fuerza de la letra y la literatura como estrategias para la memoria.

En Ajkem Tzij. Tejedor de palabras, Ak’abal escribe “Lloradera”:

 
Era una lloradera imparable.
                       
                        ¿Qué tendrá?

                        “Ojo le dieron,
 alguno lo deseó en la calle
-dijo la viejita-.
Hay que curarlo”.

Hojas de ruda
y un trago de guaro.

Mientras se lo soba
por la carita y el pecho
regaña a la mala sombra:

“Salí, salí,
dejá de joder al muchachito.
¡Ah, ah, ah!
¡Ójalá, ójala, ójala!
Jat, jat, jat, andate, andate...”

Le sopla una bocanada de guaro
en la rabadilla.

Echa las hojas en el brasero:
si al quemarse truenan,

¡es que era ojo!                                    (1998:207)
Para Carlos Montemayor la poesía de Ak’abal es a veces conjuro, a veces conseja, a veces contemplación, a veces canto, a veces silencio. Y en esas constantes metamorfosis, Ak’abal desnuda su cultura, las creencias de su pueblo, las ceremonias, los agüeros, los juegos, los miedos, las dichas... Su palabra en castellano o en K’iche’ siempre está referida a otra “realidad” distinta a la del lector no indígena quien, de la mano del poeta, no le queda otro camino que internarse por esta nueva senda. Aquí, las piedras son altares de los abuelos, el relámpago es una flor de un rato (“Relámpago”,2000:64), las piedras en el fondo de los ríos son tamales (“Tamales”,2000:66), la neblina es un animal ciego de patas grandes (“Animal ciego”,2002:58), el aullido de los perros es el anuncio de que se acercan los espantos (“Aullido de perros”,2002:78), la oscuridad es el fondo del barranco (“Derrumbe”,2000: 90)…


2.1 Magia y tradición: ceremonias, conjuros, rezos y consejas

En Kamoyoyik, Ak’abal insiste en la institución de “El curandero”:


                        El abuelo estaba enfermo.

                        Subiendo montes
y cruzando valles
fuimos en busca del curandero.

El señor Tzun
era un viejecito alegre.

Tomó un tecomate[1]
y cantó dentro de él...

-Llévenselo y que beba el canto.

El abuelo puso el tecomate
junto a sus oídos
y poco a poco cambió su rostro,
al día siguiente comenzó a cantar
y después hasta bailaba.                                  (2002:31)


[1] Recipiente, calabaza, vasija de barro.

En el mundo maya, las ceremonias más sencillas cobran efecto, las palabras son fuerza en la boca del abuelo, los cantos son medicina. David Freidel en el capítulo I de El Cosmos Maya abre su investigación con la descripción de una ceremonia Ch’a-Chak en la península de Yucatán, después de un extenso periodo de sequía. Precedida por Don Pablo, H-men, sacerdote maya respetado en toda la región y persona con la que trabajó Freidel, la ceremonia, llena de detalles, números sagrados, estructuras y simbologías, pretende invocar las fuerzas Chakob (densos nubarrones portadores de la lluvia), con ayuda de las plantas de maíz, de las ofrendas de Pom (Copal), flores, ron, comida, oraciones y cantos. Freidel concluye así su relato:
Cuando Don Pablo pasaba frente al altar se detenía a orar en voz más alta, sacudiendo las ramas arqueadas de la enramada, como sacude el trueno el techo de una casa. Tiraba de una de las seis lianas que irradiaban hacia el exterior desde el centro de la enramada. En trance, con los ojos semicerrados, alzaba el rostro al cielo e incitaba a los dioses a salvar las cosechas de los campesinos, que permanecían ansiosos alrededor del altar, observándolo. El aire de la tarde ya avanzaba, estaba suspendido, quieto y expectante sobre el campo en barbecho, con su bosquecillo enmarañado de arbustos recién nacidos. Las nubes pasaban por encima de las copas de los árboles y de pronto todos pudimos oír el lejano rumor del trueno. Tal vez no llegaría ese día, pero la gente sabía que los Chakob pronto traerían la lluvia de vuelta. Los dioses habían oído las plegarias de los H-men. En aquel momento, hombres y muchachos del pueblo y el abigarrado equipo de arqueólogos estadounidenses y mexicanos que trabajábamos cerca, nos sentimos sobrecogidos (...) Presenciar aquella ceremonia, era como mirar algo con el rabillo del ojo, algo que no estábamos seguros de haber visto.(28) 
Si no se es maya, tal vez esa es la sensación: como mirar algo con el rabillo del ojo, algo que no estamos seguros de haber visto. Algo como eso ocurre después de leer los versos de Ak’abal en torno a las medicinas tradicionales, a los ritos ancestrales y a los lugares u objetos dotados de poder: una puerta inquebrantable se alza entre la percepción del lector occidental y el mundo de la magia. Por eso es que una buena dosis de la poesía de Ak’abal puede hacer dudar al lector no indígena hasta llevarlo hacia la pregunta de si todo lo que narra el poeta hace parte de su invención o si, por el contrario, son palabras que reflejan el día a día de otra forma de conocimiento. El chamanismo, las oraciones, los rituales alrededor de la muerte, los lugares sagrados, las piedras, las montañas, las cuevas, los rayos, la tormenta son nudos de un mismo tejido que abriga al maya clásico de Tikal y al maya contemporáneo de México y Guatemala. En lo que sigue, por lo tanto, vamos a ir y venir de la tradición oral a la escritura, y de las palabras de los abuelos a las palabras de Ak’abal.  

2.2 Llevo en la cabeza una piedra…

Dice David Freidel en El Cosmos Maya:
Los chamanes de pueblo modernos curan a los individuos de las enfermedades, mitigan las aflicciones del hogar y ayudan a los vecinos a estar en paz con los espíritus de sus milpas (...) Cuando Don Pablo ejecuta sus ritos regenera el orden del cosmos y reúne los dos mundos separados, el mundo humano y el Otro Mundo, creando un portal (...) A través del portal al Otro Mundo que se abre entonces, envía maíz y otras cosas dulces y frescas al otro lado, a fin de que puedan alimentar y honrar a los dioses menores y al Dios Todopoderoso (...) Itzam (literalmente “el que hace itz” o un “itzor”) es el término para chamán: la persona que abre el portal para traer itz al mundo. ¿Qué es itz? Para los mayas es muchas cosas: la leche de un animal o un ser humano; la savia de un árbol, especialmente el copal, resina usado como incienso; es el sudor de un cuerpo humano, las lágrimas de los ojos de un ser humano, la cera derretida que gotea por el lado de una vela, el óxido sobre el metal (...) Muchas de ellas se consideran sustancias preciosas que alimentan a los dioses.(46-47) 
Las afirmaciones de Freidel se pueden hoy constatar al visitar los santuarios más importantes tanto de los mayas de las tierras bajas (Yucatán) como de los mayas de las tierras altas en Guatemala. Ejemplo de ello son: la cueva de Utatlán, ubicada bajo el complejo arquitectónico del mismo nombre (antigua Gumarcaah, capital k’iche’ en el momento de la conquista -1524), fortaleza ubicada en las cercanías del pueblo colonial de Santa Cruz del K’iche’; la iglesia de Santo Tomás en el pueblo de Chichicastenango y su homólogo en el cerro tutelar, el santuario de Pascual Abaj; así como el ombligo del mundo o Waqibal en el monte tutelar de Momostenango, el lugar del 6, el lugar del árbol sagrado, del origen del tiempo y el espacio, la montaña sagrada en donde se juntan los mundos, el lugar de la creación para los momostecanos. Cada uno de estos lugares son espacios en los que todavía hoy se viven tradiciones milenarias en torno a los intercambios con el otro mundo a través de las sustancias sagradas.

 Leamos “Lengua amarrada” de Ak’abal:

Si un niño
tiene amarrada la lengua,
se le lleva a la cueva
de boca grande.

El niño entra
a buscar la llave de su voz.

Dentro del mundo
le desatan la lengua
y sale cantando.                                   (2002:49)

Para el imaginario k’iche’ –según Schele- las cuevas son las moradas de “los mundos”, de los señores de la tierra, de los que permiten matar animales y perturbar la tierra sembrando el maíz. Para lograr el agrado de “los mundos”, es fundamental el Kexol o “sustituto”, quien servirá de intercambio. El kexol puede ser el sacrificio de una gallina o los Itz, las ofrendas que sustentan a los dioses. Y sólo dentro de esta gnosis o sistema de conocimiento es posible la circunstancia que nos presenta Ak’abal en “Lengua amarrada”: la cueva/medicina, la presencia allá, dentro de la cueva, de “alguien” que le desata la lengua al niño, y la confianza de la madre en esas presencias que habitan la cueva de la boca grande. Además, para los k’iche’, las cuevas y las piedras son también la morada de las placentas de los niños (ver “Último sol”, 2002: 21) y, al mismo tiempo, de las “almas” de los antepasados. Allí, nos dice Schele: “Las almas de muchos, muchos chuchkahawob moran en la cueva y sus proximidades, dispuestas a ayudar a sus sucesores en su labor. Para los quichés la cueva rebosa de vida gracias a las más poderosas energías del Otro Mundo” (2001,184).

Así mismo ocurre con las piedras. En “Tum ab’aj” leemos:


En mi pueblo hay una piedra grande,
se llama Tum ab’aj.

El sol y la luna la cuidan.

No es una piedra muda,
es un tambor de piedra.

La cubre una pelusa
que nosotros llamamos caca de sapo.

Un camino, un río
y la piedra en medio.

Los que no la conocen
pasan de largo sin hacerle caso.

Los viejos no:
ellos se detienen,
le queman copal, incienso,
candela y miel.

Cuando llueve, la piedra suena:
tum, tum, tum, tum…                           (1998:47)

En este poema Ak’abal no traduce el título; el lector puede sospechar que lo hace a propósito... Ab’aj significa Piedra (Ajpacaja, 2). Tum ab’aj es la piedra que hace Tum como tambor, la piedra que habla. Su nombre es k’iche’, no español. El escenario está dado; el lector llega hasta donde puede llegar. El juego con las onomatopeyas propias de la lengua k’iche’ retumba en su lectura, otra vez el diálogo de la naturaleza con los abuelos desconcierta: ellos conocen la fuerza de las piedras. Esa piedra es mucho más que una simple piedra; esa piedra algo esconde, algo guarda, algo cuida. Y por eso el copal, el incienso, la miel y la candela (Itz), tributo y alimento para los dioses, para los nawales, para los “mundos”. Freidel explica mejor la seriedad con que se debe tomar la trascendencia de las piedras para el mundo maya. Como arqueólogo, comenzando las excavaciones en Yaxuná (tierras mayas de Yucatán, pueblo de Don Pablo), tuvo que enfrentar un problema inesperado: de pronto la comunidad se sintió altamente preocupada por la extracción de las piedras labradas de las ruinas. Dice Freidel:
No me resultaba nada fácil comprender su ansiedad. Les expliqué que, en ocasiones, se tenían que sacar objetos para analizarlos, pero que se devolverían puntualmente cuando se construyera un almacén seguro para ellos. El asunto tenía tal importancia para la gente que Don Pablo, acabó echándose a cuestas la responsabilidad de asegurar que no se retirara ninguna piedra esculpida del sitio (...) Las piedras de Yaxuná siguen allí, bajo la mirada vigilante de los habitantes, pero ahora sé por qué el asunto pareció exagerarse tanto: es probable que aquellas piedras fueran k’an che’, asiento de seres sobrenaturales.(2001:176) 
Ak’abal lo sabe, y entre la risa, la anécdota y la seriedad, nos sugiere la magia. En “La huida” somos testigos de lo sobrenatural:


                       Se escondió
detrás de la piedra
que estaba en el patio.

Él temblaba de miedo
porque lo buscaban
para descuajarle la cabeza.

La abuela dice
que la piedra creció
y ocultó a Juan.

Él pudo huir,
y al otro día
la piedra también se había ido.           (2002:29)

Fuerzas insospechadas guardan las piedras. Como umbrales para ingresar a otros mundos, pueblan el territorio maya de rezos y esperanzas. En su presencia, los Chuchkahaw son los mediadores de las peticiones y ofrendas de los campesinos, quienes piden por sus familias, por sus milpas, por sus negocios. Incluso algunas de estas piedras – como no lo cuenta en otro relato Schele – son parte del ajuar de los adivinos, de los Ah qij. El relato de Schele ocurre muy cerca de la plaza de Chichicastenango. Así relata:
Sus piedras mágicas eran de muchas formas y clases diferentes, en su mayoría oscuras, pero con unas cuantas cristalinas. Algunas tenían formas especiales que de suyo podían prestarse para que uno viera en ellas rostros o animales. También reconocí fragmentos de hachas prehispánicas (...) Las piedras y dijes diversos de aquella colección eran los qabawilob que Panjoj había reunido en un trabajo de toda la vida como Chuchkahaw (...) Muchas de las piedras eran del tipo que los mayas identifican con el rayo y lo ayudaban a concentrar el rayo en su sangre durante la labor de adivinación. (2001:224) 
Piedras, adivinos, tiempo, rayos… Como en el mito, todos los temas se van tejiendo. Pero en el rayo nos vamos a detener más adelante…